KOJI WAKAMATSU - REST IN PEACE
Conocí
a Koji Wakamatsu hace más de 5 años. El encuentro fue crucial en mi vida. Pero
no hablaré de mi, ni tampoco de su cine, ahí están sus diversas obras maestras
que lo harán mucho mejor yo.
Recuerdo
muy especialmente su voz ronca y rasgada, cultivada en tabaco y alcohol, de los
cuales ya no podía disfrutar tanto como le gustaba por motivos de salud. Pero
no era un hombre debilitado por la edad, todo lo contrario, era robusto y alto
para un japonés y su pelo canoso y rebelde como el mismo le daban una aire
agresivo que hacia buena pareja con su personalidad, arisca y demoledora. No
sabía mentir, solo decía verdades como puños. Hablaba rápido. Con pocas pausas.
Seguía creyendo en las misma ideas revolucionarias que descubrió tardíamente en
su vida tras ser miembro del proletariado en una fábrica y del subproletariado
en una banda yakuza. Descubrió el Marxismo – Leninismo cuando ya había empezado
su carrera como director y no lo abandonó nunca. Durante muchos años eso le
conllevo a una marginación dentro la industria y al mismo tiempo una devoción
apasionada de los jóvenes directores que crecieron a su sombra. En eso tengo el
honor de ser uno de sus últimos pupilos. Y digo pupilo, porque en los dos días
que compartimos me enseñó multitud de cosas sobre el cine y la vida. Todas se
cumplieron a rajatabla. Y es que sabe más el diablo por viejo que por diablo.
Fue independiente y radical tanto en sus películas, que renovaron el lenguaje
del cine japonés, como en su vida, combatiendo en Palestina, un país que al que
amó con pasión, tanto como el suyo, un Japón que amaba y odiaba a partes
iguales. Vimos juntos “El hombre con rayos X en los ojos” y comimos mejillones
a la marinera, que era su plato mediterráneo favorito. También compartíamos una
visión del mundo llena de esperanza y tristeza a partes iguales, cosas del
Partido. Si hago públicos estos recuerdos, no es sino por hacer que su memoria
siga más viva. Para mi será imborrable.
Un
desafortunado accidente de tráfico nos la ha arrebatado, el cine ha perdido a
uno de sus últimos genios. Yo a mi maestro. Hasta la próxima Koji.
Gonzalo López