Pronto daremos la bienvenida a un
nuevo año, despediremos con una patada en el culo al 2013 y cruzaremos los
dedos deseando que el año nuevo sea mejor en todos los sentidos; es bastante
obvio, o eso me parece a mí, que este año ha sido de transición en muchos
aspectos, la vida ha sido dura para muchos (entre los que me incluyo) y hemos
arrastrado detrás de nosotros un buen montón de cadenas que han ralentizado
gran cantidad de proyectos e ideas, que a buen seguro nos hubieran inyectado
una necesaria oleada de ilusión en nuestras vidas, de todas maneras el ser
humano siempre tira hacia delante con todo el equipaje que compone nuestra
historia y comportamiento sin mirar demasiado hacia atrás.
Me perdonaréis esta introducción
que poco tiene que ver con los temas que aquí tratamos habitualmente, pero
tengo la sensación de que también el cine de terror y fantástico está en un
proceso de transición, algunos dirían de autocomplacencia, por lo que el
paralelismo con lo anteriormente dicho es evidente. El año 2013 no ha sido
demasiado pródigo en buenas películas, pocas han superado los mínimos exigibles
y más bien hemos asistido a un desfile interminable de films que repetían hasta
la saciedad (con más o menos gracia) esquemas y situaciones ya conocidos:
zombies, fantasmitas cabreados, vampirillos con problemas, unos cuantos
remakes, secuelas o precuelas y demás zarandajas sin demasiado sentido han
tomado al asalto nuestros reproductores o pantallas de cine, logrando en muchos
casos llevarnos hasta los terrenos del aburrimiento más temible; es ésta una
situación bastante penosa, el género fantástico da un margen de maniobra
creativa bastante grande a los implicados en él, permitiéndoles pues poder
imaginar más allá de los estereotipos ya caducos, nuevos caminos y sensaciones,
y crear territorios inexplorados para experimentar con el miedo y el terror, no
soy tan inocente para pensar que las grandes productoras van a cambiar su
manera de trabajar, pero sí que reclamo a las películas de bajo presupuesto y,
en especial, a los creadores independientes que den un paso adelante y
arriesguen comercialidad a cambio de originalidad, solo un comportamiento en
estas coordenadas puede sacudir el panorama que ahora estamos viviendo.
Si miramos atrás, sin que sea un
ejercicio de nostalgia trasnochada, podremos constatar que cada década ha
contado con directores, guionistas, actores y productoras que casi sin
pretenderlo han creado films que han marcado el devenir del género, creando iconos
perdurables y levantado una sólida afición en el espectador. Ahora mismo esta
circunstancia es materialmente imposible, existen sagas que garantizan pingües
resultados económicos a nivel general (Paranormal Activity, Crepúsculo,
etcétera) pero que no son más que un cascarón vacío de contenido e intenciones,
paralelamente el nivel de intensidad y tensión también ha sufrido un retroceso
importante pues las plateas no quieren demasiados sobresaltos malsanos,
prefiriendo un fantástico domesticado y perfectamente predecible para sentirse
cómodos y (incongruente si hablamos de terror) seguros.
Nada hay de nuevo bajo la luz de
la luna, los monstruos que tanto me aterrorizaban en mi juventud son ahora
pasto de la memoria colectiva, por lo tanto han sido despojados de su talante
fantástico para convertirse en memorabilia coleccionable ajada por el paso del
tiempo, las nuevas opciones, en su gran mayoría, no me llenan lo suficiente
como para estar atento a su devenir cinematográfico y las visiono casi en
piloto automático, con lo cual sigo añorando los dulces y calientes efectos
balsámicos que producían en mi cerebro los viejos films de terror, donde las
intenciones y las atmósferas se mezclaban con el buen hacer y el cariño hacia
el género que tanto me gusta. Puede que sea la edad pero eso no me quita toda
la razón.
En fin amigos/as, el post de hoy
ha sido de tono reflexivo, solo me queda desearos una buena entrada de año.
Saludos y hasta la próxima.